martes, 10 de abril de 2012

La triste realidad del bullying, la homofobia y el desinterés político-social


Por alejzp (OSEZNO)


Luego de leer el artículo “La caza del gay”, del literato y ganador del Premio Novel de Literatura, Mario Vargas Llosa, no puedo más que hacer eco de sus palabras, toda vez que al igual que él me preocupa la descarnada ola de violencia que en el siglo XXI seguimos viendo en contra de diversos grupos y minorías, por tan diversas razones que van desde las políticas, las religiosas, las étnicas, las socioeconómicas y por supuesto las que impliquen rechazo a personas por ser diferentes a lo que la sociedad considera como “normal”, y esto incluye a minorías por orientación sexual, adictos, mendigos, prostitutas, por solo mencionar unos cuantos o la discriminación a personas simplemente porque usan piercings o están tatuados, o incluso personas que tienen alguna discapacidad. Y esto que no quiero meterme en el tema de la discriminación que todavía enfrentan las mujeres, y no me refiero únicamente a las mujeres árabes o musulmanas o a las africanas o del medio oriente, me refiero a mujeres de países del continente americano, o de Asia o Europa, países del primero mundo, donde sufren de persecución laboral, familiar, social, religiosa o simplemente de género, situación que ya no debería ser tema de conversación porque no debería ni siquiera darse en la actualidad, es el colmo que en estos tiempos todavía seamos víctimas de enfermedades sociales como lo son el machismo, la intolerancia, la discriminación y la homofobia.

Con esto no quiero decir que esté a favor de conductas sociópatas o criminales, como miembro de una sociedad estoy en contra de cualquier acto contrario al ordenamiento jurídico y a las normas básicas de comportamiento social o cívico, pero que no se confunda la gordura con la hinchazón. Hay un gravísimo error que cometen muchas personas en las sociedades actuales y es el equiparar a miembros de las minorías con delincuentes o peor aún considerarles enfermos. Y esto pasa siempre en la comunidad homosexual, equiparan a los homosexuales por ejemplo con pervertidos o pedófilos… Eso es una soberana estupidez… ¿Acaso no se dan esos comportamientos entre los heterosexuales también? Pero bueno, ese tema quedará para otro día, la ignorancia llega hasta los más ridículos extremos.

Hemos visto como con el paso del tiempo, se ha acuñado un término anglosajón para referirse al matonismo o violencia que viven muchos niños y jóvenes en las escuelas y colegios, el llamado “bullying”. Es desconcertante que las sociedades necesiten sustantivar una acción enfermiza de la sociedad, porque llega a hacerse tan común que hay que llamarla de alguna manera. Día a día somos bombardeados con decenas de noticias sobre violencia en las carreteras, los barrios, las escuelas, las calles… Pero referirme a todas las manifestaciones de violencia sería para escribir un compendio de varios tomos de 500 páginas cada uno, nuestra sociedad está enferma, enferma por tanto odio, tanta violencia, tanta intolerancia y tanta deshumanización.

Hoy, quiero dirigir mis palabras a hablarles sobre la homofobia… el reciente caso del joven chileno Daniel Zamudio quien fue vituperado por cuatro pseudo-neonazis que más bien parecían trogloditas salidos de una caverna, con actitudes vikingas, inquisidoras y medievales. No comprendo cómo existen personas que sean tan cerradas de mente, pero bueno, posiblemente son personas sin educación y que vienen de hogares violentos y machistas y con esto no quiero menospreciar a los grandes seres humanos que, a pesar de no haber recibido una educación formal y haber crecido en el seno de la violencia intrafamiliar, han logrado convertirse en personas amorosas y que aportan con su trabajo y vida a la sociedad. Lo que sí me alarma y mucho, es que un caso tan doloroso y horrible como el ocurrido a este joven chileno no cale en la mente, el alma y el espíritu de las personas, que académicamente preparadas y educadas llevan las riendas de los países Latinoamericanos. Cómo puede ser, que diputados de estos países puedan leer o ver en los noticieros la tortura y el escarnio sufrido por un joven inocente que simplemente era diferente por tener un gusto distinto al de la mayoría, pero que igual era un ser humano con sueños, aspiraciones, sufrimientos, con deseos de amar, de vivir en paz y de ver sus derechos respetados y que no muevan ni un dedo para cambiar la legislación o simplemente para promover políticas que sustenten las diversas esferas políticas y sociales en pro del cambio necesario para evitar no solo la violencia sino el irrespeto a los derechos más fundamentales.

Y perdón, pero quien tiene las posibilidades de hacer cambios en una sociedad y no lo hace, es tan cómplice y desalmado como el que comete el hecho mismo. Pero vivimos en una sociedad quemeimportista, donde los ciudadanos, los políticos, los gobernantes, los líderes religiosos y escolares, se hacen de la vista gorda ante estos actos repudiables. No comprendo cómo la tortura y el vapuleo sufrido por este muchacho no hacen a nadie reaccionar. Son las pobres familias sumidas en el luto y las organizaciones de defensa de los derechos de las personas LGBTI que trabajan con uñas y dientes por lograr tener una voz ante los políticos y grupos sociales y religiosos, son los que luchan en nombre de un grupo que no es ni tan minoritario y que defienden a capa y espada sus derechos. Y los políticos encargados de cambiar las leyes o de crearlas, aquellos candidatos que se llenan la boca en campaña y ofrecen defender todos los derechos de los ciudadanos por igual, y manifiestan que deben ser respetados y que lucharán porque se hagan los cambios respectivos, al final no hacen nada, todo termina en un puro y simple bla bla bla… en la demagogia populista que teñida de preocupación social busca simplemente un voto en una papeleta, pero que al final de cuentas, cuando lograron su objetivo y se encuentran calentando las sillas en Zapote o en Cuesta de Moras (en el caso específico de Costa Rica) se les olvida lo prometido y entran en un letargo social y emocional… la amnesia les ataca y aquello prometido y por lo que deben pelear, se convierte en un disparate más de una pérfida campaña electoral dominguera.

De un pronto a otro, pareciera que estos políticos y gobernantes ya no ven noticias y si las ven, seguro las ven con la actitud de quien ve “Alicia en el País de las Maravillas” o el “Mago de Oz”, la actitud de quien ve algo que cree lejano y que en la “feliz Costa Rica” no sucede ni sucederá nunca, y es así en cada país, todo se vuelve una fantasía, es ficción y producto del amarillismo periodístico. Pero ellos piensan que jamás, que esto no sucede en su país o no llegará a suceder, y si sucediera les tocará a otros legislar en su favor, porque nosotros, no, para qué echarnos al hombro ese problema, mejor no, como diría Chespirito, “mejor evitar la fatiga”. Adicionalmente, piensan que para qué calentar y caldear los ánimos de las Iglesias Católicas y Protestantes que siempre intervienen… saben que si legislan a favor o apoyan estos movimientos pro-gays, saben que las iglesias van a terminar dando el grito al cielo, sus líderes brincarán en una pata, se rasgarán las vestiduras y se darán con la piedra de Aserrí por el pecho y subirán sus sotanas y correrán a los medios de comunicación y a la Asamblea Legislativa, Biblia bajo el brazo y uno que otro rosario y pelearán por el valor de la familia, aquella familia a la que defienden a capa y espada, pero que a su vez, les prohíben el uso de anticonceptivos y métodos de planificación, les prohíben la fertilización in vitro, pero así como les prohíben las defienden.

Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Se defiende o no se defiende la institución de la familia? Porque para ellos la familia es la tradicional compuesta de padre, madre y prole, y tengan los hijos que Dios les manda, ajá, como está tan fácil la vida… y qué pasa con las familias que no pueden tener hijos y recurren a métodos de fertilización, también se oponen, entonces, ¿no es que quieren familias? Porque si nos encerramos en el concepto cuadrado de familia que tienen, entonces necesitan hijos, pues bien lo dijo en tono irónico y sarcástico un reconocido abogado de familia costarricense, las familias son aquellas conformadas por padres e hijos, porque aquí no es como España donde se reconoce en el Código de Familia cientos de distintos tipos de familias como las conformadas por la unión de dos personas adultas, cualquiera que sea su sexo, eso no es familia, o ya quieren llamar familia a una mujer soltera con un hijo, hasta llaman familia a una persona que viva con su perro, así lo dijo. Entonces concluyó que jamás, que eso aquí no pasará.

Qué triste y qué patético es pensar que esos son los padres de la patria y los defensores de la institución de la familia. Pero no me refiero solo a los actuales políticos, me refiero a todos los que en el pasado también se han hecho de la vista gorda ante las distintas patologías sociales que han ido en detrimento de diversos grupos que han sufrido el flagelo de la denigración y el rechazo a lo largo de la historia… Pero es que nadie apechuga con el problema, y quienes lo hacen, lo hacen ad honorem y sin presupuesto y luchan fuertemente dando pasos hacia adelante, pero enfrentando la dura agonía que significa muchas veces tener que dar pasos atrás, porque los pocos logros alcanzados a puro esfuerzo de sus manos, vienen otros y los borran con sus mangas blancas y sus codos.

Pero de dónde nacen todas estas actitudes retrógradas y machistas, bueno muy fácil, del mismo seno de la familia, donde el machismo impera no solo en el régimen patriarcal en el que vivimos a merced de padres castrantes, sino también de miles de madres machistas que hacen de sus hijos apáticos sociales, psicópatas en potencia y les enseñan a odiar desde muy niños a los que son diferentes, como si fueran personas enfermas que los van a contagiar de algo. Y es que alrededor de las mesas familiares, en la intimidad de muchos hogares, se enseña el odio y se invita a los niños y jóvenes a tener pensamientos genocidas y xenofóbicos, les hablan mal de los nicaragüenses, de los colombianos, de los negros, y por supuesto, de los gays.

Mención aparte merecen los comentarios negativos que escuchamos de los líderes religiosos de las diferentes denominaciones, quienes desde el atrio de sus iglesias promueven el amor al prójimo pero a la vez promueven la discriminación hacia las personas gays y lesbianas, es decir, ¿será que Dios también hace excepciones en cuanto al amor que tiene por sus hijos, por los que ha creado a su imagen y semejanza?, ¿será que Jesús valida y asiente que se deba amar al prójimo excepto si se es gay o lesbiana, o si es un drogadicto o negro o de otro color, o un indígena o tiene una discapacidad?, ¿será que Cristo murió en la cruz solo por unos cuantos y no por todos? Desde que a los niños se les lleva a hacer el catecismo se les bombardea con ideas discriminatorias, se les enseña que, por ejemplo, las personas gays no son dignas hijas o hijos de Dios, y lo más interesante de esta putrefacta retórica es que quienes muchas veces promueven estos pensamientos, a lo interno de sus aposentos y sus cuartos de retiro, en las casas curales o en los mismos confesionarios, abusan sexualmente de niños y jóvenes. Entonces, ¿dónde quedamos? ¿Somos o no somos? Porque o se es chicha o se es limonada… pero no ambas.

Y ni qué decir de los discursos políticos que, solapados de aceptación rechazan y sacan de las agendas legislativas los proyectos a favor de la defensa de los derechos humanos de las personas LGBTIs, y no son contestes con sus campañas políticas e incluso ya en su despacho dicen que tales temas no son prioritarios dentro de sus planes de gobiernos. Señores y señoras, los derechos de un grupo social son y deberán ser siempre parte de la agenda política de cualquier gobernante, NUNCA, bajo ninguna circunstancia, los derechos pueden ser cercenados ni rebajados a un segundo lugar en importancia, los derechos humanos y fundamentales deben ser siempre una prioridad.

De hecho si se piensa bien, es ya una falta de respeto a cualquier ser humano poner en tela de duda si sus derechos deben o no ser respetados. Los derechos por nuestra condición de humanos ya son inherentes, inalienables y por ende indiscutibles… La simple discusión de proyectos de ley que vengan a poner en el tapete si debemos aprobar ciertos derechos para cierto grupo de personas es ya una violación flagrante a los mismos, toda vez que como ser humano es cobijado por las Convenciones que los tutelan. Sin embargo, en la práctica nada es lo que debe ser y se tiene que entrar a discutir si las personas gays, lesbianas y transexuales tienen derecho a que se les acepte poner en práctica algunos de sus derechos fundamentales que hoy en día no se les permite ejercer. ¿No ven ya aquí un serio problema? ¿No ven que algo aquí ya no funciona bien? El problema es que los congresos en Latinoamérica están plagados de conservadores temerosos de aceptar que las sociedades han cambiado, que evolucionan, se escudan en dogmas religiosos y posturas ideológicas obsoletas, se ponen una venda en los ojos y dejan en el olvido proyectos que lo único que vienen es buscar el respeto de la dignidad humana, de derechos fundamentales tutelados hasta por la Constitución…

Pero bueno, volviendo al tema que nos ocupa, y haciendo a un lado la triste realidad que se vive a nivel familiar, político y religioso, como sociedad no podemos seguir permitiendo que personas inocentes mueran en encarnizadas golpizas callejeras, con torturas que parecen más bien medievales o ver a niños y adolescentes víctimas del maltrato o bullying en las escuelas y colegios y que nadie haga nada al respecto, pues esto se hace, muchas veces, a la luz de los mismos maestros y profesores y prefieren callar a enfrascarse en una polémica por la que posiblemente ellos tienen también sus reservas. Es muy preocupante que en la actualidad vivamos sumergidos en una sociedad represiva, en una sociedad del miedo… qué vamos a hacer por nuestros jóvenes y niños, por las sociedades latinoamericanas, que no quieren cambiar… será que vamos a vivir sumidos en una sociedad retrógrada, embustera y quisquillosa al cambio. Yo no quiero vivir así… ¿será que ustedes sí?

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